La educación como
sistema de desarrollo social proporciona herramientas que permiten
conocer el entorno político-social en que vivimos, y si se
orienta en su justa dimensión, el producto de la educación
ha de ser indivíduos conscientes que son parte de una sociedad
pluricultural, de la cual reciben y a la cual deben retribuir
beneficios; individuos de alto sentido democrático y con
espíritu amplio de igualdad, colaboración, solidaridad
y corresponsabilidad, que han internalizado como deber participar
activamente en la construcción y el fortalecimiento de un
Estado de Justicia. Ergo, individuos con hábitos de
convivencia y cooperación para producir, no en beneficio de
unos pocos, sino en función del mayor beneficio social,
sirviéndose sirviendo a los demás.
Esta concepción de
la educación presupone una organización que tiene como
referente la justicia. Es en esta orientación que se enmarca
la recientemente promulgada Ley Orgánica de Educación (agosto de 2009), a la cual haremos referencia como LOE. En efecto en
su artículo 3, la LOE señala “La presente
Ley establece como principios de la educación, la democracia
participativa y protagónica, la responsabilidad social, la
igualdad entre todos los ciudadanos y ciudadanas sin discriminaciones
de ninguna índole, la formación para la independencia,
la libertad y la emancipación, la valoración y la
defensa de la soberanía, la formación en una cultura
para la paz, la justicia social, el respeto a los derechos humanos,
... “ y más adelente, en el mismo artículo
“Igualmente se establece que la educación es pública
y social, obligatoria, gratuita, de calidad, de carácter
laico, integral, permanente, con pertinencia social, creativa,
artística, innovadora, crítica, pluricultural,
multiétnica, intercultural, y plurilingüe”.
Es esta orientación
social y la masificación de la educación en función
de la formación académica de las mayorías a lo
que se oponen las élites oligarcas y sus acólitos,
opuestos todos a los necesarios e imperativos cambios que en el campo
de la justicia social auspicia la Revolución Bolivariana. Pero
esa oposición a la educación de las masas ni es nueva
ni es reciente. El mismo Libertador Simón Bolívar y su
maestro Simón Rodriguez fueron blanco de la oposición
despótica que los oligarcas de su época ejercieron
frente a ésta necesaria y loable iniciativa. De hecho, la
necesidad en ese resplandor de la educación con justicia ya
lo reclamaba El Libertador, cuando en su discurso ante el Congreso de
Angostura exclama “Moral y Luces son nuestras primeras
necesidades”.
Así, este
carácter de la educación representado en la LOE es la
respuesta natural y largamente esperada a los patrones que limitaron
la obra educativa, los cuales fueron instaurados en el país ya
desde el siglo XIX por las élites oligarcas, que de una u otra
forma habían tomado el control de todas las estructuras
político-social de la nación, implantando, entre otros,
patrones conducentes a la explotación del producto de la
educación bajo consignas engañosas auspiciando la
privatización de las instituciones y promoviendo al consumismo
como mecanismo regulador de la economía, todo ello en el
contexto de una democracia representativa y una democracia social,
sistemas estos en que el tener, valor
sagrado de la sociedad de consumo, prevalece, o se le
da preponderancia, sobre el ser.
En el proyecto de ciudadanos
formados bajo la acción de la LOE se cambia esa concepción
mezquina y excluyente. La claridad en los cambios introducidos por la
LOE ya los había expresado el maestro Luis Beltran PrietoFigueroa “...se trataría de formar un hombre que no
fuese como los productos del humanismo clásico, un ser con la
mirada fija en el pasado, lleno de teoría, de principios sin
aplicarlos al quehacer contemporáneo, ni de la formación
de un técnico deshumanizado, incapaz de comprender el ligamen
de solidaridad entre los hombres que trabajan juntos para alcanzar el
progreso, no para el beneficio individual solamente sino para el
beneficio de todos” (en su ensayo Una Educación paraAmerica Latina).
Más aún, el
sistema de educación que se representa y se manifiesta en la
LOE es uno con valores distintos a los de la competencia, los cuales
intrínsecamente llevan consigo al egoismo y al individualismo
enfermizo como valor fundamental, expresado y enfatizado en el
tener. En contraposición,
en la LOE se internaliza el valor fundamental del ser: cada
cual debe ser considerado por su ser y no por lo que tenga.
Importante es también
mencionar que mientras las así denominadas democracias
representativa y social, esquemas de dominación
instaurados por las élites oligarcas, bajo subterfugios
engañosos promueven el acceso a los derechos en el contexto de
lo que denominan Estado de Derecho, es claro que estos
derechos no son viables a las mayorías sin la existencia de un
Estado de Justicia.
Es en el establecimiento
del necesario Estado de Justicia que también debemos
hablar del Estado Docente, el cual, como se establece en el
artículo 6 de la LOE tiene entre otras de sus
competencias dirigir, supervisar, y orientar la educación en
sintonía con los Planes de la Nación, todo ello dentro
del marco de la democracia protagónica y participativa.
En este punto es
importante citar nuevamente a Luis Beltrán Prieto Figueroa
cuando, en su ensayo Una Educación para America Latina, con
elocuencia establece que “Solo es posible educar para
la libertad en un mundo liberado. Se plantea entonces la alternativa,
no de cambiar la educación sino de cambiar la sociedad
existente por una más humana, más justa, sin explotados
ni explotadores, pero ello es labor previa o concomitante en la cual
estaría comprometido el pueblo entero”. O como se
debatía recientemente en la cumbre de Copenhagen: ¨no
cambiemos el clima, cambiemos el sistema”. Finalizamos
convencidos que la LOE es el reflejo de estar caminando en la
dirección emancipadora que nos trazaron El Libertador y su
maestro, Simón Rodriguez.
Profesor del Departamento de Física
Universidad Simón Bolívar, Venezuela
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